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9999999 Recuerdos in 1

 

 


Y ahí estaba yo, en el bondi, apretado, muy apretado, tratando de ignorar la cartera de una vieja que estaba a punto de quitarme la honra. Smoke in the wather licuaba mis pensamientos al salir de unos baratos auriculares comprados a un tipo que apenas hablaba castellano en Once. De repente un aroma, un perfume, impacta en mi nariz y en mi cerebro bombardeándolo con imágenes, con sonidos, con sentimientos que iniciaron una tarde de Agosto:

 

Me disponía a jugar al family, tenia como 7/8 años y mi vieja se había ido de compras, el resto de la familia dormía la siesta. Era un momento único.

Enchufo… ensamblo… prendo… nada. Maldito cassett. Saco… soplo… ensamblo… prendo… nada. Repito, pero parece más inútil cada vez. Antes de entrar en pánico recuerdo un incidente parecido en la casa de mis tíos, esa vez el problema fue solucionado limpiando el “caset” con alcohol (si era malo o no, no importaba, funciono y equipo que gana, no se toca). Busco el alcohol, pero no lo encuentro, no se si porque era muy malo buscando o porque mis progenitores lo pusieron lejos de mi alcance(A mi hermano mas chico se le daba por tomar cosas como lavandina o desinfectante). Otra vez el pánico, la furia, la desesperación y las maldiciones. Pero por un lapso mas corto, puesto que yo sabia(o suponía) que los perfumes tenían en su composición el dichoso alcohol.



Uso la remera que tengo puesta, una de “Dibu”, ahora impregnada con el perfume que saque revolviendo entre los cosméticos y variedades random escondidas en el Arca de la Alianza que era la “mesa de luz” de mi santa madre. Froto para limpiar el diablillo. Armo… soplo… ensamblo… prendo… y se hizo la luz o mejor dicho la musiquita.

Ahí estaban: 9999999 juegos en 1. Era una mentira, una cruel mentira, no me interesaba, yo era feliz. Una sonrisa de oreja a oreja en mi rostro era delatora de la tremenda satisfacción cual si hubiera inventado la pólvora. 

¡Ais Claimber! Dije. Y salio Ice Climber nomás, por un par de horas mas. Hasta la llegada de mi vieja, que había acompañado a mi hermano a comprar el “yoistic” nuevo. Lo traía en sus manos, emocionado como yo, y no era para menos, este pendorcho era el sacrificio de muchos dientes y muchas golosinas de escuela no compradas. 

Esa tarde fue increíble, escondidos del frío y del mundo, nos quedamos todos jugando en familia (que ya perfilaba numerosa) al Tetris, al Balloon Fight y al siempre efectivo Battle City en el que la pantalla hecha a mano solo de ladrillos siempre era la favorita.


Pasaron los años, nuevos cartuchos y nuevos joysticks fueron comprados o adquiridos. Pero en ese cassette quedo el olor, el aroma de ese perfume que se metía en mis fosas nasales cada vez que lo sacaba para jugar, que me traía la felicidad de haberle salvado la vida aun cartucho, de haber sacrificado pequeñas felicidades como un PUAJ! por otra tal vez mayor, que en la 4-2 hay una enredadera que te lleva a otros tubos para los mundos 6, 7 y 8, y de que si mezclas chocolatada con jugo Swing de manzana te puede agarrar alta cagadera. 

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Y yo ahí, con cara de tarado, colgado del bondi, donde mi parálisis neuronal me llevo a pasarme de donde tenia que bajar. Pero no importaba, no me importa, aunque tenga que caminar 7 cuadras a destino, esos recuerdos pusieron en mi cara una sonrisa durante todo el día, un día que todavía no termina. 

   

Aguanten los chupetines de Coca!

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